De Silvio Berlusconi pueden decirse muchas cosas buenas. Nunca ha sido procesado por homicidio. Ama tiernamente a su madre. Cuenta historias divertidísimas. Toca un poco el piano. La lista de sus virtudes se haría casi interminable. Pero, si hubiera que elegir sólo una de sus cualidades, habría que hablar del Milan. Berlusconi tiene un equipo de fútbol estupendo, el mejor de Italia sin ninguna duda y uno de los mejores del mundo.
El calcio se fue ayer de vacaciones navideñas hasta el 6 de enero y, a estas alturas, ya está casi todo claro. La Juventus y el Milan se han quedado solos en la disputa por el scudetto y la Vieja Señora, tan peligrosa siempre, se mantiene en cabeza.
Después de lo visto el sábado en el estadio de los Alpes, sin embargo, hay que apostar por el Milan. El Diablo rojinegro bailó como quiso con la Señora y sembró la semilla del miedo en los corazones juventinos. Empataron a cero, sí, pero fue uno de esos empates en los que uno de los equipos, la Juve, suspira de alivio, y el otro, el Milan, bufa de rabia. El propio Fabio Capello reconoció que se habían salvado por los pelos.